lunes, 26 de mayo de 2008

RECOMENDACIONES


LA MAGIA DE LA CONDUCCIÓN
Lo decisivo en una radiorevista es la personalidad de quien la conduce.


¿Qué es lo más importante en una radiorevista? ¿Las secciones informativas, las musicales o las dramáticas? ¿El horario, la duración o la frecuencia? ¿Los equipos técnicos, el acceso a internet o la parabólica satelital?

Todos estos elementos deben tomarse en cuenta, por supuesto. Pero lo decisivo, lo innegociable, es la personalidad de quien conduce.

El conductor. O la conductora. O ambos, porque todas las combinaciones salen bien si quienes animan la radiorevista tienen carisma. Carisma significa gracia. Significa duende, chispa, jale, magnetismo, salero, gancho, swing, pilas, pegada, espuma, mil sinónimos para expresar la principal cualidad de un presentador o presentadora de revistas: su capacidad de comunicarse con la audiencia, de cautivarla.

No es tan fácil encontrar personas con ese don de comunicarse, con esa magia de hablar. Es un talento, se nace con él. También se entrena, es cierto. Hay dinámicas para aprender a hablar bonito, para desarrollar la picardía y el ingenio verbal. Pero tiene que haber una base natural, una ebullición de la sangre. A quien parieron sin gracia, desgraciado lo entierran.

En una revista breve, digamos de 15 minutos o media hora, una conducción de poco brillo puede funcionar. Su menor liderazgo ante el micrófono tal vez pase desapercibido entre las secciones del programa. Pero en espacios largos, si el conductor falla, todo se viene abajo. No hay música ni recurso que lo sostenga.

Hay quienes confían demasiado en su locuacidad y todo lo improvisan. Entran a cabina dispersos, pensando en pajaritos, y no logran imaginar al oyente, sentirlo. Tampoco el oyente los siente a ellos. El resultado es una conducción fría, con muchas palabras tal vez, pero con poca energía. El falso entusiasmo se disimula un par de minutos, no más.


UN DIÁLOGO A TRES
¿Quiénes son esos tres? Tu compañero o compañera de cabina, el público y tú.


Muchos programas, especialmente las radiorevistas, son conducidas por dos personas, una mujer y un hombre. Estupendo. Es la mejor fórmula.

Pero al ser dos y no estar viendo al público, el diálogo entre ellos, más que radiofónico, puede convertirse en telefónico. Marisa se dirige a Sergio, Sergio responde a Marisa, Marisa comenta con Sergio, Sergio se ríe con Marisa... ¿Y la audiencia? Bien, gracias.

En radio, no vemos al público. Pero está ahí, esperando que conversemos con él. Muchas veces, abrimos el programa saludando a los oyentes, felicitando a las radioescuchas... y al poco rato, nos olvidamos de su existencia y nos dedicamos a platicar con el compañero o compañera de cabina. Esto enfría completamente la comunicación.

Hay que pasar de un diálogo a un "trílogo". Esta palabra no existe en el diccionario pero sirve para explicar el desafío que enfrentan los locutores y animadoras de los programas de radio.

Es un dialogo a tres. ¿Quiénes son esos tres? Tu compañero o compañera de cabina, el público y tú.

Tenemos alguien a nuestro lado a quien vemos y tenemos mucha gente enfrente a quien no vemos. El arte de una buena conducción radiofónica consistirá en involucrar a ambos, en mantener siempre esa doble dirección, hacia mi compañero o compañera y hacia la audiencia.

Escucha este "trílogo":

La verdad, Sergio, es que el ALCA se rige por la ley del embudo, lo ancho para los gringos y lo estrecho para los latinos. ¿O no es así? ¿Ustedes qué piensan, agricultores, campesinas? Todavía recuerdo lo que usted, don Crispín, que me estará escuchando ahora, me decía cuando fuimos a Sierra Prieta con la móvil: "¿ALCA?... ¡Al carajo querrá decir!".... Y conociendo estos datos económicos, Sergio, ¿no tiene toda la razón el amigo?

En este párrafo, la conductora Marisa, muy cómodamente, involucró en el diálogo a su compañero Sergio, a la audiencia en general y hasta a un oyente en particular. Y siempre empleó la "segunda persona", que es la de la interlocución.

Cuando hables por radio, no digas:

Un saludo para los amigos y amigas que nos escuchan...

Si te fijas, estás utilizando la tercera persona (él, ella, ellos, ellas).

Más bien, di:

Un saludo para ustedes, amigos y amigas que nos escuchan.

En este caso, estás empleando la segunda persona (tú, ustedes). Estás "trilogando".



LA PAREJA RADIOFÓNICA
Suelen aparecer comportamientos autoritarios, machismos, dependencias, rivalidades.


La mejor combinación para animar una radiorevista es una pareja de conductores, ella y él.

Ahora bien, no basta con designar a dos personas para que lleven adelante el programa. Hay que lograr que ambos se armonicen, se acoplen. Las parejas radiofónicas suelen vivir situaciones y problemas muy semejantes a los de las parejas en la vida real.

En primer lugar, hace falta un tiempo de conocerse, de hacerse amigos, de saber cómo reacciona él, qué carácter tiene ella, qué temas domina cada uno, cómo habla él, cuándo calla ella, cómo mantener entre los dos el ánimo general del programa. Es decir, conocer las mañas del lobo. Y de la loba.

Al poco tiempo de conducir juntos un programa, suelen aparecer los comportamientos autoritarios. O las dependencias. O las rivalidades buscando sobresalir.

Abunda el machismo radiofónico. Salta a la oreja cuando el conductor está acaparando el micrófono y no deja hablar a la compañera. Ésta se limita a repetir con otras palabras lo que ha dicho el Gran Jefe, como un eco que lo confirma, como “dama de compañía”.

ÉL - Hoy hablaremos sobre el reciente aumento de la gasolina....
ELLA - Sí, la gasolina ha subido en estos días...
ÉL - La gasolina que antes estaba a 40, hay que pagarla ahora a 48...
ELLA - Antes a 40 y ahora a 48... ¡una barbaridad!
ÉL - No, Laurita, no es una barbaridad. Es una tremenda injusticia.
ELLA - Claro, es muy injusta un alza así porque...
ÉL - Porque lo que está ocurriendo en este país es....

También se da el fenómeno contrario, que ella roba el micrófono y él queda como “caballero sin caballo”.

Este desequilibrio llega, a veces, a límites insoportables. Es el esquema del vivo y la boba. O de la viva y el bobo. En estos casos, uno de los dos conductores, adopta un tono engreídoo, habla todo el tiempo, opina sobre todos los temas, demuestra su estrellato. Y el segundo, o la segunda, queda relegado a hacerle preguntas, a reírle los chistes, a leer un dato que le ordenan, a presentar el siguiente disco.

Es indispensable una pareja equilibrada. Cada quien tendrá su personalidad y su forma de hablar. Pero ambos aparecerán ante la audiencia con igual autoridad y simpatía.

Lo dicho sobre parejas de hombre y mujer, vale también para parejas formadas por dos hombres o dos mujeres.

En cualquier combinación, si la pareja radiofónica no logra este equilibrio, mejor pensar en divorcio.

Cualquiera puede bajonearse. El tono vital no siempre anda con los mismos grados. Pero la primera profesionalidad de los conductores es su capacidad de recuperación emocional rápida. Aunque el conductor o la conductora no están representando un personaje, tienen que “meterse en situación”, igual que un actor, y sentir deseos de hablar. De no ser así, las palabras, desganadas, no llegarán muy lejos.

Así pues, antes de abrir el micrófono, relájate y disfruta la aventura de hablar.

domingo, 25 de mayo de 2008

HERRAMIENTAS LOC


NUESTRO INSTRUMENTO DE TRABAJO
Cuida tu voz y tu garganta. Si las dañas, no hay repuesto

¿Conoces a algún agricultor que antes de ir a cosechar estropea el filo de su machete, mella su guadaña, embota su cuchillo?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que fuman antes de entrar a cabina.

¿Conoces a algún cazador que moja la pólvora de sus balas antes de salir de cacería?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que se pegan los tragos antes de abrir el micrófono.

¿Conoces a alguna cocinera que ensucia las ollas antes de cocinar?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que se ponen a comer maní, papas fritas, mascar chicles, llenarse la boca de comida chatarra cuando van a comenzar su programa.

Para colmo, en algunas emisoras permiten fumar, beber y comer en la misma cabina master o de grabación. No sólo dañan a los locutores, sino a los mismos equipos técnicos. Antes y durante la locución, lo único aceptable es un vaso de agua fresca para aclarar la voz.

Cuida tu instrumento de trabajo. Si lo dañas, no hay repuesto.

DOMINAR LOS NERVIOS
Antes que la voz, debemos dominar los nervios

A
ntes que la voz, debemos dominar los nervios. Hay que espantar estos fantasmas que entorpecen, como ningún otro, la comunicación.

Si lo pensamos bien, no existe ninguna razón válida para que una persona no logre expresarse con igual fluidez frente a un micrófono que ante un amigo. ¿De dónde nace el susto, entonces? ¿Cuál es la madre de todas las timideces?

El miedo al ridículo, no hay otra. La burla presentida, la mofa supuesta, la mueca de desprecio que creemos adivinar, la risa que hace pedazos la propia estima. En cuanto a la cobardía radiofónica, la causa es la misma, sólo que multiplicada.

Cuando salimos al aire, nos sentimos más expuestas, más vulnerables que en un grupo pequeño. Si metemos la pata, todos se enterarán. Si se nos lengua la traba, vendrá una rechifla masiva. A pesar de la soledad de la cabina, miles de orejas nos juzgan.

¿Te sientes atemorizado cuando se acerca la hora del programa, cuando dan la señal para comenzar? El mejor camino para vencer el miedo es decidirse a vencerlo. ¿Qué hacer para controlar los nervios? Entra a cabina con ánimo positivo, cabeza erguida, pisando firme, con buen astral.

Respira profundamente tres o cuatro veces antes de empezar a hablar. Así oxigenarás todo tu organismo y te sentirás más relajada.

A muchas personas les ayuda tener algo en la mano para juguetear mientras hablan. Puede ser un bolígrafo, un palito, una moneda. O la piedra de tu signo zodiacal, como talismán de buena suerte. Ahora bien, nada brinda mayor seguridad que saber bien lo que vamos a decir. Prepara tu programa, organiza tus ideas y... ¡adiós temblores!

En fin, olvídate de los nervios. La segunda vez te saldrá mejor que la primera. Y la tercera, mejor que la segunda. Todo es cuestión de práctica. Así, practicando y practicando, ganarás confianza y controlarás los nervios. Siempre estarán ahí, seguramente te provocarán un cosquilleo antes de comenzar a hablar. Pero ya no te anudarán la garganta ni te dejarán la mente en blanco.

En poco tiempo, le habrás “perdido el respeto” al micrófono. Ya no lo verás como una pistola que te encañona... sino como un apetitoso helado de chocolate.


SENTIRSE Y SENTARSE BIEN
Cuando entres a cabina, deja fuera tus preocupaciones. Eso es profesionalismo.


Llegó el momento de entrar a cabina. El bombillito rojo “en el aire” se ha encendido. Es hora de hablar. ¿Cómo acometer el desafío de la palabra?

¨ Lo primero, SENTIRSE BIEN.

Olvida tus preocupaciones personales. ¿Peleaste con la novia, te esperan las facturas del teléfono y la luz, tienes diez kilos más de peso, te robaron el carro, te duelen las tripas? Al público no le interesa nada de eso.

Cuando entres a cabina, deja fuera, engavetadas, tus preocupaciones. Desconéctate. Concéntrate en tu trabajo. Y comienza a hablar como si acabaras de ganar la lotería. Eso es profesionalismo.

Si estás de mal genio, reconcíliate contigo mismo. Controla tus sentimientos. Porque ellos se transmiten a través del hilo mágico de la voz. Si estás triste, tu público se entristecerá. Si estás alegre, se alegrará. Si estás frío, enfriarás a quienes te escuchan. Si cansada, salpicarás cansancio a tu audiencia.

Llénate de energía positiva. Cárgate de entusiasmo. Ponte pilas nuevas. Aunque no tengas muchas ganas de hablar, repite para tus adentros: “Quiero conversar. Me cae bien la gente. Amo a mi público.”


¨ Y lo segundo, SENTARTE BIEN.

Si estás al borde de la silla, la voz te saldrá nerviosa, insegura.

Si estás doblado hacia delante, la voz te saldrá también doblada, tendrás problemas para respirar.

Si estás retorcida, también tendrás problemas de respiración. Y si te descuidas, se te retorcerán las ideas.

Si estás repantigado, descolgado hacia atrás, la voz te saldrá dormida, sin fuerza.

Siéntate bien. Acerca la silla. Espalda recta, pecho bien levantado. Mirada al frente. Descansa las manos sobre la mesa. Colócate bien frente al micrófono.

¿Tienes corbata? Aflójala, para que puedas respirar bien. ¿Tienes sostén? También aflójalo, para que te sientas cómoda. Sueltos los cinturones, sueltos los bluyines que oprimen la panza. Que tu cuerpo esté tan relajado como tu mente.

Respira bien. Relájate. Experimenta cómo el aire fresco ventila hasta el último rincón de tu cuerpo, desde la coronilla hasta el dedo gordo del pie.

Siéntete bien. Siéntate bien. Y echa a volar tus palabras.



BUENA ARTICULACIÓN, MEJOR DICCIÓN
Algunos consejos y ejercicios para mejorar la pronunciación de las palabras

¿A qué llamamos “buena articulación”? A la pronunciación clara de las palabras. Que los demás puedan oír y distinguir bien todo lo que decimos.

Por costumbre o pereza, algunas personas hablan con la boca muy cerrada, casi sin mover los labios. Otros, por timidez, adoptan un tono muy bajo y apenas se entiende lo que dicen.

Levanta la cara, limpia tu garganta, abre bien la boca. Igual que el músico, el locutor o la locutora afinan su instrumento antes de tocarlo, para que el público no pierda una sola nota de su sinfonía.


EJERCICIO 1

Muerde un lápiz, como si tuvieras un freno de caballo en la boca. En esa posición, ponte a leer un periódico. Haz este ejercicio durante cinco minutos. Verás cómo vas aflojando todos los músculos de la cara.

EJERCICIO 2

Toma un libro y ponte a leer en voz alta, lentamente y silabeando:
Cuan-do-el-co-ro-nel-Au-re-lia-no-Buen-dí-a...
Avanza algunos párrafos así, exagerando la lectura, como haciendo muecas para hablar. Luego, silabea más rápido, asegurándote que pronuncias cada una de las letras de cada palabra.


La “buena dicción” es otra cosa. Trata de la exacta pronunciación de todas las letras y las palabras. La articulación se refiere a la claridad. Ahora hablamos de la corrección.

No hay que apelar a la popularidad de la emisora ni a la coloquialidad del lenguaje radiofónico para machacar el idioma. En un sociodrama no importa, porque estamos reflejando nuestra manera de hablar cotidiana. En una entrevista, el entrevistado puede hablar como le venga en gana, mientras no ofenda. Pero para conducir una revista o un informativo, los locutores y locutoras deberán esforzarse en pronunciar bien.

Hay que corregir las letras comidas (las “eses” especialmente) y cambiadas (la “l” por la “r”, la “r” por la “l”, la “c” por la “p”).

También están las palabras mal dichas (“haiga” en vez de “haya”, “hubieron” en vez de “hubo”, “naiden” en vez de “nadie”, “satisfació” en vez de “satisfizo” y tantas otras).

No hay que irse al otro extremo, a una manía por la dicción que reste naturalidad a quien habla. Son esos que pronuncian hasta la segunda “s” de Strauss y la “p” de psicología. En algunos cursos de locución, se ejercita el sonido fricativo de la “v” para diferenciarla de la “b”. Tal exageración, impropia del idioma español, suena muy pedante.

EJERCICIO 3

Los trabalenguas son muy útiles. Busca uno con letras incómodas para ti. Por ejemplo, si tienes problema con las “erres”, practica el consabido “erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido corren los carros siguiendo la línea del ferrocarril”. Pronúncialo dos, cuatro, ocho, dieciséis veces... ¡hasta que la lengua te obedezca!

En las medicinas tienes otro estupendo ejercicio de dicción. Lee esos papelitos de letra pequeña donde vienen escritas las enredadas fórmulas químicas.

LA AVENTURA DE HABLAR
La capacidad de improvisación, la fluidez de palabras, depende de una actitud permanente de curiosidad intelectual


En el clip anterior mencionamos los cuatro niveles de lectura que debe dominar un buen locutor, una buena locutora.

Pero no basta con saber leer con soltura un libreto. Necesitamos aprender a improvisar, a soltar la lengua. A correr la aventura de hablar sin papeles.

Improvisar no es decir lo primero que me venga a la boca. La improvisación exige incluso más preparación que la redacción de un texto. Supone investigar, hacer un esquema de ideas, tener los materiales a punto, estar en forma. Una vez listos, como deportistas bien entrenados, echamos a volar nuestras palabras vivas desde la antena radiante hasta el oído del receptor. Mejor dicho, nos estamos refiriendo a una improvisación responsable.

La capacidad de improvisación, la fluidez de palabras, depende de una actitud permanente de curiosidad intelectual, de observar el mundo para conocerlo, de interesarnos en los demás, de charlar sobre los más variados temas. A hablar se aprende hablando.

Y leyendo. El vicio propio de la profesión locutoril son los libros, las revistas, los periódicos… Sin mucha lectura será difícil improvisar sobre ningún tema. El locutor y la animadora se parecerán a pozos secos de donde no brota ninguna opinión ni pensamiento propio.

¿Cómo ejercitarnos en la improvisación? Una buena técnica consiste en escribir varios temas en papelitos y meterlos en una gorra. Pueden ser temas complejos (las leyes migratorias) o más cotidianos (la música pop). Uno a uno, una a una, los colegas van sacando un papelito. Tienen 3 minutos para pensar lo que van a decir y deben hablar un minuto sobre ese tema. Al final de cada mini charla, el grupo evaluará:

¿Dijo algo interesante? ¿Dio muchos rodeos?
¿La entrada fue atractiva? ¿Y la salida?
¿Usó muletillas? ¿Se le notaba inseguro, achicada?
¿El lenguaje fue ingenioso? ¿Quedó alguna idea clara?
¿Qué puntaje le daría del 1 al 10?

Esta práctica y otras muchas se pueden hacer en un contexto festivo. Quien conduzca el grupo no debe presentarse como el “profesor” de una escuelita. Más bien, creando un clima de confianza y de sana emulación, los compañeros y compañeras de la emisora irán mostrando sus habilidades oratorias y, sobre todo, irán sintiendo la imperiosa necesidad de leer más para hablar mejor. La urgencia de saber y conocer sobre los más variados temas para poder abrir el micrófono con la seguridad de quien siempre tiene algo novedoso que compartir con la audiencia.


HABLAR CON EL CUERPO
La gesticulación es la mejor ayuda para la modulación


Cuando instalaron los primeros teléfonos en Sicilia, todos los moradores se congregaron ante el nuevo aparato para aprender cómo funcionaba:

--Atiendan --dijo el técnico--. Con la izquierda toman el auricular, con la derecha marcan los numeritos. Y listo, ya pueden hablar.

--¿Hablar? --preguntó un campesino siciliano--. ¿Y con qué manos?

Esta historia del teléfono vale también para la radio. Frente al micrófono, hay que emplear todo el cuerpo. Porque los seres humanos hablamos no solamente con la lengua. Utilizamos los brazos, las manos, los ojos, para expresarnos mejor.

No cruces los brazos ni los escondas detrás o bajo la mesa. Al cabo de un rato, estarás locutando con desánimo. Aprovecha todos tus músculos, especialmente los de la cara, para darle fuerza a tus palabras. Igual que subrayamos una frase importante cuando leemos un libro, aprendamos a resaltar determinadas palabras con el tono dinámico de la voz y el apoyo de las manos.

Cuando entramos a una cabina de radio, antes de atender a las voces de los locutores, nos fijamos en sus manos. Al locutor de oficio se le reconoce enseguida por sus gestos, por las muecas de su cara, el brillo de sus ojos, su posición dinámica. Mueve todo el cuerpo, pero mantén la cabeza en dirección al micrófono para no salirse de plano.

Si grabas de pie, no te apoyes sobre un pie ni te recuestes sobre la pared. Párate firme, con una posición corporal enérgica.

Obviamente, si no tienes convicción, de nada sirve la gesticulación. El buen tono para hablar por radio es hijo tanto de la motivación del espíritu como de la expresión corporal.

Aquí vale lo del huevo y la gallina, quién viene primero. Porque la convicción interior nos hace mover los brazos, enarcar las cejas, alzar el dedo que acusa y cerrar el puño que afirma. Y a su vez, la gesticulación exterior va produciendo en nosotros una actitud más convencida y, por ello, más convincente.

La gesticulación, ciertamente, es un asunto cultural. Le expresión corporal de un guatemalteco o de un andino es mucho más retraída que la de un brasileiro o de un argentino. Que cada uno hable a su estilo, claro que sí, pero desarrollando al máximo las posibilidades de su cuerpo.


¿TE RÍES ANTE EL MICRÓFONO?
¿Cómo remediar nuestra seriedad ante el micrófono? Cambiando de actitud.


La gente prende la radio para distraerse, para alegrarse la vida. Tenemos tantos problemas encima que necesitamos reírnos para poder sobrellevarlos. Si sale una locutora seria y fría, lo más probable es que cambien el dial y busquen otra estación. Si aparece un locutor acartonado, con vocación de sepulturero, los oyentes se aburrirán a los pocos segundos. El público no suele ser masoquista.

Hay que aprender a reírse ante el micrófono. Por supuesto, cuando el tema que estamos tratando lo permita. (¡No vamos a carcajearnos después de la noticia de un desastre!). Pero la mayoría de las veces, cuando estamos saludando a alguien o poniendo un disco, cuando comentamos asuntos de la vida cotidiana, hay lugar para la risa, para la chispa y la picardía.

¿Cómo remediar nuestra seriedad ante el micrófono? Cambiando de actitud. Mientras te sigas tomando tan en serio, mientras te creas tan importante porque tienes un micrófono en la mano, no podrás transmitir alegría a nadie. Porque la alegría sincera nace de un sentimiento democrático, de no sentirse superior (ni inferior) a los demás.

Deja ya el engolamiento y el ceño fruncido. Llénate de entusiasmo, olvida ahora las penas personales y las preocupaciones familiares.

Lo primero es sonreír. Aunque no tengas ganas, sonríe. Verás que tu voz saldrá más alegre por el micrófono.

Lo segundo es reír. Que suene tu risa por el micrófono. Atrévete. Te sentirás más feliz y contagiarás tu buen humor a la audiencia.

Saquemos la cuenta. En el programa de hoy, ¿cuántas veces te reíste? ¿Muchas, pocas, nunca?



DESCUBRE Y ELIMINA TUS MULETILLAS
Nos apoyamos en ellas como el inválido se apoya en las muletas para poder avanzar


Cuando los nervios nos ganan, especialmente al hablar en público o por la radio, recurrimos inconscientemente a algunas palabras y las repetimos una y otra vez. Nos apoyamos en ellas como el inválido se apoya en las muletas para poder avanzar. Por eso, se llaman muletillas.

Algunas muletillas frecuentes:

— Entonces... entonces... entonces...
— ... o sea ... o sea ... o sea
— ... pues ... pues ... pues
— ... este ... este ... este
— ... ¿no?... ¿viste? ... ¿verdad?

A veces, una frase entera se reitera oportuna e inoportunamente, y se vuelve un muletón:

— ... por supuesto que sí... por supuesto que sí...
— ... como ustedes saben... como ustedes saben...
— ... en el mismo orden de cosas... en el mismo orden de cosas...

Dejémoslo ahí, porque la lista sería interminable. En realidad, cualquier palabra o expresión dicha muchas veces, se convierte en muletilla, en una especie de “tic nervioso del lenguaje”.

Lo peor es que el público, en vez de atender a lo que estás diciendo, se distrae y se pone a sumar las impertinentes palabritas.

Como nadie se da cuenta de su propia muletilla, como viene a la lengua automáticamente cuando estás pensando en otra cosa, lo más práctico para eliminarla es preguntar a una amiga o un amigo cuál es la tuya. Graba tus programas, escúchalos y reconoce tu muletilla.

Toma conciencia de qué palabra estás repitiendo innecesariamente. Concéntrate y haz el propósito de no decirla nunca más. Cuando se te escape y te des cuenta de que se te ha escapado, ya estás a medio camino de resolver esta manía.


ERRE CON ERRE CIGARRO
¿Te animas a revisar el alfabeto y conocer los errores más frecuentes de pronunciación?


¿Te animas a revisar el alfabeto y conocer los errores más frecuentes de pronunciación?

Con las vocales, en general, hay menos problemas, aunque en las regiones andinas se suele cambiar la I por la E y la U por la O.

Vamos con las consonantes:

B No suele tener problemas. Pero cuando aparece en un prefijo, hay quien la cambia por C (en vez de andar OBSESIONADO, vive OCSESIONADO).

C Cuando va delante de E o I suena como S. Ante las otras vocales, tiene el sonido duro de la K. A veces, la cambian por P y en vez de LACTAR los bebés LAPTAN.

CH Es un sonido bastante fácil. Si no, pregunten en Buenos Aires.

D La D al final de las palabras suele desaparecer, ¿VERDÁ? Pronúnciala, pero sin exageración. También se esfuma en los participios: ACABAO por ACABADO.

F Con esta letra no suele haber dificultades.

G Ni tampoco con ésta. Cuando va delante de la E o la I suena como J.

H Como es muda, nadie se confunde con ella.

J Tampoco jode esta letra, tal vez porque la usamos bastante para decir groserías.

K Se pronuncia igual que la Q o la C.

L Hay quienes la cambian por R. ¡Qué MARDICIÓN!

LL En el Cono Sur y algunas otras regiones la distinguen de la Y dándole un sonido más fuerte. Pero en la mayoría de los países latinoamericanos suena igual.

M Nadie se molesta con esta letra. Quizás porque es la primera que aprendimos diciendo “mamá”.

N Tampoco da problemas.

Ñ Sólo existe en español y la sabemos pronunciar muy bien, especialmente cuando nos enojamos.

P También es de fácil pronunciación. Pero a veces se cambia por C y acusamos a alguien de CORRUCTO.

Q Lo que ya dijimos de la K.

R Quienes cambian la L por R suelen cambiar la R por L. ¡POL FAVOL, NO VUERVA A COMETEL ESTE ERROL!

RR Como es un sonido tan fuerte es difícil cambiarlo por otro. Aunque los chinos lo logran.

S Como se parece a un fideo, esta letra es la que más se come, especialmente en los plurales. Pronuncia las palabras completas. No seas un “come-eses”.

T Parece un sonido fácil, sin muchos enredos. Sin embargo, hay personas que no la pueden pronunciar cuando se junta con la L. Y en vez de ATLETAS son AT-LETAS.

V En las escuelas de locución la quieren diferenciar de la B produciendo un sonido raro, fricativo. Esto es totalmente innecesario y, además, suena pedante. Se pronuncia igual VIVO o BOBO. (¡Algunos bobos y bobas incluso “fricatean” las B para mejorar su autoestima locutoril!)

W No es del idioma español. En inglés, suena U. En ruso, suena F. Y en alemán, V.

X se suele confundir con la S. Aprende a diferenciarla porque no es lo mismo SEXO que SESO.

Y El sonido de la “i griega” es casi igual a la “i latina”. Pero, como dijimos, en la mayoría de nuestros países suena igual que la LL.

Z Si está indocumentado en España, pronúnciela. Pero si vive en América Latina, no haga ese ridículo. La última letra del alfabeto tiene el mismo sonido que la S.

Con ejercicios de dicción y un poco de paciencia podrás corregir estos errores. Si no pronuncias bien las ERRES, repite mil veces el viejo trabalenguas:

ERRE CON ERRE CIGARRO, ERRE CON ERRE BARRIL
RÁPIDO CORREN LOS CARROS SIGUIENDO LA LÍNEA DEL FERROCARRIL

RADIALISTAS INTEGRALES


La comunicación se ha vuelto multimedial. Por lo tanto, los comunicadores y comunicadoras también deben multimedializarse.
Hay locutores y locutoras… ¡que sólo saben locutar!

No les hables de manejar la consola ni ajustar los micrófonos. Eso lo hace el técnico. Ellos se sientan al otro lado del vidrio a esperar que se encienda el bombillito rojo de EN EL AIRE.

Tampoco les pidas que redacten un libreto o piensen el tema de un comentario. Eso corresponde al departamento de producción. Ellos esperan, tranquilamente, a recibir el texto que deberán leer cuando la señal lo indique.

Ni hablar de pautar los discos que sonarán en su programa. De eso se ocupa el software que automatiza la música. Ellos sólo tienen que anunciar el tema y el intérprete cuando corresponda.

¿Salir a la calle a hacer entrevistas? No tienen tiempo. ¿Participar en una radionovela? No tienen ganas. ¿Grabar una cuñita para el Día de las Madres? No tienen madre.

Pero un buen locutor, una buena locutora, no se conforma con serlo. Por supuesto, hay programas complicados, con muchos recursos, en que la división entre locutor y operador se justifica plenamente. Pero en otros, no. En muchos espacios musicales sencillos los animadores se estimularían manejando directamente los equipos o programando los discos. Con la planificación y los guiones del programa pasa otro tanto. Es necesario que los locutores se integren al equipo de producción, que no queden reducidos a una máquina de palabras.

Hoy en día, la comunicación se ha vuelto multimedial. Por lo tanto, los comunicadores y comunicadoras también deben multimedializarse. Es decir, aprender un poco de todo lo que ocurre en una emisora.

Un médico se especializa en el corazón después de conocer la medicina general. De igual manera, un locutor o una locutora pueden haber conseguido más destrezas en un campo o en otro, pero siempre se puede contar con ellos para…


- preparar libretos
- editar digitalmente
- manejar la consola
- programar música
- salir a la calle a hacer entrevistas
- moderar debates
- conducir una revista
- actuar en radioteatros
- narrar cuentos
- redactar noticias
- animar festivales
- transmitir un partido
- grabar cuñas

… para participar en todos los formatos y en todos los desafíos tecnológicos que la radio moderna necesita radialistas integrales.

Integrales e integrados en sus equipos de trabajo. ¿De qué serviría un programa excelente si la programación en su totalidad está floja? Digamos que sus majestades, el locutor y la locutora, no tienen corona propia. La comparten con todos sus compañeros y compañeras que logran sacar adelante, día a día, los mil y un detalles que componen el quehacer radiofónico. Con un grupo de colegas que han aprendido a planificar, a producir, a evaluar, a capacitarse… y a divertirse juntos también. ¡Salud!


UNA VICTORIA COMPARTIDA
Hablar con convicción: ése es el secreto.

En la radio, no contamos con imágenes. Tampoco podemos mirar a los ojos a los oyentes. No tenemos olores ni sabores. Para captar al público sólo disponemos de la voz.

¡La voz! Ahora no nos referimos al timbre de voz, sino a la entonación con que emitimos las palabras.

Hay palabras muertas, que se dicen por decir, que salen frías de la boca del emisor y llegan heladas a los oídos del receptor.

Y hay palabras vivas, calientes, que transmiten emociones, que atrapan a los radioescuchas, que van cargadas de pasión.

¿Dónde está el truco? ¿En qué radica la diferencia? En la modulación de la voz.

Modular es jugar con los tonos, subirlos, bajarlos, cambiar el ritmo, apresurar esta frase, relentizar la otra, enfatizar las palabras más importantes y hacer la pausa oportuna. La buena modulación transforma un discurso mo-nó-to-no en una conversación cautivante.

Hay que modular cuando hablamos y también cuando leemos un libreto. Para facilitar esto, algunos locutores subrayan con un lápiz las palabras claves de un párrafo, las cifras a destacar, el lugar donde quieren hacer una pausa para reforzar el sentido del texto.

Lo fundamental para la buena modulación es la convicción interior: creer en lo que dices y querer decirlo a alguien. Si hablas porque ahora te toca el programa, a los pocos minutos el público descubrirá la moneda falsa, la palabra hueca. Eso se siente, se intuye. Aunque gesticules, si no tienes confianza en ti y en lo que estás diciendo, no convencerás a nadie.

Ahora bien, no hay que diplomarse para adquirir la convicción. Cualquier chofer a quien le choquen el carro, saltará a la calle y lanzará una arenga inflamada demostrando su inocencia.

No se trata de gritar. El micrófono no es sordo y la cabina no es el mercado. Habla en volumen normal, pero con energía, cargando de intención y emoción las palabras. Tampoco se trata de correr. No confundas ritmo con atropello ni estar animado con desgañitarse. Sitúate a una cuarta del micrófono. Es la distancia ideal para la voz. Más cerca, sonará distorsionada. Más lejos, perderá presencia.

Lo fundamental, como decimos, es la convicción. “Convencer” es una linda palabra: significa vencer-con-el-otro, compartir la victoria.



ENTRE CEREMONIOSOS Y GRITONES
¿Cuál es el tono correcto para la locúción radiofónica?


En Europa, desde los inicios de la radiodifusión, prevaleció el tono sobrio, casi solemne. Los locutores de la BBC tenían la obligación de leer las noticias con traje de etiqueta. Dicho formalismo buscaba transmitir una sensación de autoridad ante el oyente. Los jefes no ríen, no lloran, no tienen emociones. Los periodistas tampoco. Mientras más seriedad se muestra, más objetividad se demuestra.

En la orilla americana, se instaló otro estilo de locución más acorde con la visión mercantil del medio. Un estilo agresivo, casi gritado. Igual que anunciamos detergente y gaseosas, informamos los sucesos del día. En definitiva, ¿cuál es la diferencia entre el ketchup y la sangre?

La locución informativa se ha desenvuelto entre esos dos extremos, ambos antipáticos.

Infinidad de noticieros latinoamericanos, copiando el modelo norteamericano, mezclan noticias policiales con deportes, propaganda política con calzones, vote por fulano, tome cocacola, un terremoto, dos bombas, tres puñaladas. Los locutores adoptan el mismo tono alterado, sobresaltado, de los vendedores de feria. Como los comerciantes pagan poco, hay que leer rápido para meter más publicidad.

¿Qué velocidad sería correcta para la locución informativa? Esto depende, naturalmente, de los diferentes ritmos culturales. En Brasil se habla más rápido que en Guatemala; en la costa, se aceleran más que en la sierra. En cada país y región, por suerte, se habla distinto. A pesar de ello, podemos establecer un promedio de 150 a 200 palabras por minuto. Más palabras, comienza el atropello. Menos, comienzan los bostezos.

No es cuestión de elegir entre la locución ceremoniosa y la gritada. Las dos se vuelven monótonas si no se varían. Cualquier ritmo uniforme cansa a la oreja, como una carretera sin curvas que provoca accidentes, sin importar a qué velocidad se recorra. De ahí, el indispensable uso de las pausas, de los énfasis, de la buena modulación.

Para lograr esa flexibilidad, es fundamental que locutores y locutoras comprendan lo que están leyendo, sepan de qué se trata la noticia. No se puede informar sobre la masacre de Jenín con la misma entonación del Mundial de Fútbol.

Para asegurar la intención periodística, en muchas emisoras es costumbre que la lectura de las secciones informativas, tanto noticieros como boletines, sean asumidas por el mismo equipo de prensa que las redacta. De esa manera, los locutores y locutoras comunican las noticias, no se limitan a un simple ejercicio de voz.



ESQUIZOFRENIA RADIOFÓNICA
Frente al micrófono, cambiamos de personalidad. Y perdemos la gracia.


En pocos minutos comenzará la radiorevista. Paola y Julián, los conductores, hablan animadamente en el pasillo. Se ríen con el último chiste, se cuentan la película que vieron el fin de semana.

Ahora entran a cabina. Julián carraspea, Paola ordena los papeles. El técnico levanta la mano y da la señal de comenzar.

JULIÁN Buenos días, amables radioescuchas. Una vez más llegamos a sus hogares para acompañarles durante las próximas tres horas...

Julián habla ceremonioso, circunspecto. Paola adopta el mismo tono formal y severo:

PAOLA En el programa de hoy brindaremos variados temas de su interés...

¿Qué pasó? Antes de entrar a cabina, Paola y Julián eran dos jóvenes alegres, pícaros, chéveres. Detrás del micrófono, cambiaron totalmente. Se pusieron serios. Olvidaron la frescura y la sabrosura de la vida.

Estamos ante un caso frecuente de doble personalidad, de “esquizofrenia radiofónica”. Sus síntomas son esa cara de palo, esa mirada sin brillo, ese tono mo-nó-to-no.

Dicho desequilibrio no es exclusivo de la radio. Se da también en los otros medios de comunicación. Se repite hasta el cansancio en cursos, seminarios, encuentros, conversatorios y demás espacios intelectuales.

Nadie ríe. Los ponentes mantienen una falsa solemnidad. Las expositoras fruncen el ceño y leen ponderadamente. Presentadores y oradores compiten en aburrimiento.

¿De dónde procede esta enfermedad, qué microbio la produce?

Es un virus antiguo. Se contagia en las escuelas, las universidades, en las iglesias y partidos políticos, en las reuniones de adultos.

Quien ríe pierde autoridad, nos enseñaron. Por eso, los maestros y los jefes no se permiten siquiera una sonrisa. Mientras más doctorados y títulos ostenten, más acartonados hablarán.

Este tono triste y gris oculta un profundo miedo al ridículo. ¿Qué van a decir de mí? ¿Cómo yo, siendo licenciado, siendo directora, voy a ponerme de igual a igual con el público?

Libera la palabra, compañero. Deja a un lado los papeles, compañera. Llénate de entusiasmo y corre el riesgo de hablar y de reír.

Antes de comenzar el programa, la charla o el discurso, piensa en tu público. Imagínalos, si estás en cabina. Míralos, si los tienes delante. Te quieren, te están sonriendo. Y esperan pasarla bien escuchándote.

La esquizofrenia radiofónica tiene cura. Una de las mejores vacunas contra ella la aplicaron en una emisora dominicana. A Paola y Julián les habían grabado su radiorevista de tres horas. Cuando terminaron, el director los llamó y los encerró en un salón para que se escucharan.

DIRECTOR En tres horas vuelvo... ¡Que se diviertan!

LEER EN RADIO


Cuatro niveles de lectura que debe ejercitar un buen locutor o locutora.

Tengo un texto entre las manos y estoy en cabina. ¿Existen algunos trucos para leer bien?

La mejor forma de leer por radio (y en cualquier situación) es que no suene a leído. ¿Cómo lograr esto?

Veamos cuatro niveles de lectura que debe ejercitar un buen locutor o locutora:

1. LECTURA COMPRENSIVA
Algunos locutores parecen cotorritas o papagayos. Leen un texto y, al final, si uno les pregunta, no se han enterado de nada. A veces, están tan preocupados de colocar la voz, de pronunciar correctamente, que ni saben lo que han dicho.

El primer nivel de lectura es entender lo que está leyendo, hacerte responsable de las frases que salen por tu boca. ¿Qué ejercicios ayudan para desarrollar esta capacidad?

Comienza por las palabras. En esta página que has leído… ¿hay algún término que no entiendes? Pues echa mano al mataburros. Si te acostumbras a leer con un diccionario al lado, en poco tiempo habrás duplicado o triplicado tu vocabulario.

Lee primero en privado, en silencio. Descubre la idea central y resume el contenido en pocas palabras. Si no entiendes, lee de nuevo. Si todavía no entiendes el sentido, pregúntale a un amigo. Pero no cometas la locura de sacar al aire un texto que ni tú mismo entiendes.

2. LECTURA PUNTEADA
Los signos de puntuación son como las señales de tránsito del idioma. Igual que en la carretera, también en un texto se sufren accidentes: correr demasiado puede matar el sentido de lo que está escrito. Al contrario, si frenas a tiempo, las pausas hacen comprensible el texto y lo resaltan.

Un buen ejercicio consiste en leer unos cuantos párrafos delante de un amigo. Sin ver el texto, él deberá indicarte dónde cree que van las comas y los puntos. Si coincide con lo que está escrito, estás respetando los signos de puntuación.

Para conocer cómo se entona cada uno de los signos de puntuación (puntos y comas, dos puntos, suspensivos, interrogaciones con preguntas abiertas y cerradas, admiraciones, paréntesis y comillas) te remito al radioclip siguiente: http://www.radialistas.net/clip.php?id=1400221


3. LECTURA MODULADA
Si para hablar es necesario modular la voz (subir el tono, bajar, hacer pausas, cambiar ritmos), para leer resulta imprescindible. Porque un texto puede ablandarse con un buen juego de voz.

Para modular mejor, los locutores experimentados ganan texto con la vista. Los ojos van por delante captando palabras que todavía la boca no ha pronunciado. Esto permite comprender el sentido de la frase, prever algunos términos difíciles, saber cuándo respirar. Este ejercicio supone gran concentración. Habitúate a adelantar con los ojos tres o cuatro palabras. O incluso más.

También te será útil marcar el texto que vas a leer, subrayar las palabras o cifras principales que dan sentido a las frases y hay que enfatizar.


4. LECTURA LIBRE
El dominio de un texto se logra cuando tiene sabor de improvisación, como si lo estuvieras conversando. ¿Cómo conseguir esto? Despegándose un poco de lo que está escrito, es decir, parafraseando. Fíjate en esta frase:

Si el FMI sigue apretando, la cuerda se va a romper.

Una lectura libre podría ser así:

Si el FMI sigue, si continúa a-pre-tan-do… ¡ayayay!… la cuerda se va a romper.

No hay que hacer esto en cada línea. Ni se trata de inventar o cambiar el sentido de lo que está escrito. Pero con pequeños añadidos de tu cosecha conseguirás darle mucha frescura a tu lectura.


DESPACIO, QUE TENGO PRISA
Los signos de puntuación nos sirven como señales de tránsito de la lectura.

Cuando leemos un texto, los signos de puntuación nos sirven como señales de tránsito para saber dónde disminuir la velocidad (las comas), dónde frenar (los puntos) o dejar colgada una frase (puntos suspensivos), cuándo subir el tono (las admiraciones) y cuándo interpelar al público (las interrogaciones).

Pero al hablar, ¿cómo nos orientamos? Cuando estamos conversando con un grupo de amigos, ese problema no existe. Con naturalidad modulamos las frases y hacemos las pausas donde corresponden.

Otra cosa es cuando estamos hablando ante un público o detrás de un micrófono. Corremos, atropellamos las palabras, nos producen pánico esos segundos de silencio entre una frase y otra. ¿A qué se deben estas prisas?

Los nervios. Queremos terminar cuanto antes, bajarnos lo más rápido posible de la tribuna, escapar del escenario o de la cabina de grabación.

La impaciencia. Tenemos muchas cosas que decir y contamos con poco tiempo para ello. Entonces, apresuramos las palabras, aceleramos la lengua, apretujamos las ideas.


Por ambos caminos, olvidamos las indispensables pausas. Y proyectamos ante el auditorio un sentimiento de inseguridad y falta de convicción.

Vísteme despacio, que tengo prisa, como decía la experimentada viajera. Los nervios hay que dominarlos con ejercicios de respiración y control mental. En cuanto a la impaciencia, recordemos que más vale decir 3 cosas bien dichas que embutir 33 en las orejas del público.

¿Para qué sirven las pausas?

Para respirar bien. Si no las haces, tampoco encontrarás el momento adecuado para tomar aire. Te cansarás y acabarás jadeando.

Para subrayar una idea, para enfatizar algunas palabras claves de tu exposición. Las pausas despiertan el interés y, a veces, hasta crean suspense en el relato.

Las pausas son muy útiles también después de una interrogación. Es una manera de dar tiempo al oyente para pensar en la respuesta.

No confundamos pausas con baches. Si perdiste el hilo del discurso, no pienses que estás haciendo una pausa. Toma un poco de agua y trata de hilvanar el hilo con una nueva idea.

Y ahora... hagamos una pausa para que sigas en lo que estabas antes de ponerte a leer este radioclip.

LOS SIGNOS DE PUNTUACION
Conocer los signos de puntuación resulta indispensable para lograr una buena lectura y una mejor locución
Los signos de puntuación son como las señales de tránsito en una carretera. Nos indican dónde frenar y dónde arrancar, cómo subir y bajar las curvas de una frase, cómo debemos entonar las palabras. Conocer estos signos resulta indispensable para lograr una buena lectura y una mejor locución.

Hay dos signos de puntuación fundamentales:

las comas son como la luz amarilla y se entonan hacia arriba

los puntos representan el semáforo rojo y se entonan hacia abajo


Aprovecha para tomar aire en esos semáforos, especialmente en los rojos.

Veamos otros signos de puntuación que también conviene conocer y obedecer:

El punto y coma ; separa frases más largas e implica una pausa mayor que la coma.

Los dos puntos : van antes de una enumeración. Se hace una pausa más breve que el punto.

Los puntos suspensivos … indican algo inconcluso o preparan una sorpresa. La entonación queda abierta, suelta.

Con las interrogaciones ¿?
puedes hacer:

-preguntas cerradas (respuestas de sí o no) que se entonan hacia arriba: ¿Quieres un helado?

-preguntas abiertas (qué, cuándo, dónde…) que se entonan hacia abajo: ¿De qué sabor lo quieres?


Las admiraciones ¡!exigen mayor énfasis en la entonación de la frase. Mantén esa misma fuerza hasta el final, sin desinflarte.

Los paréntesis ( ) se modulan con una lectura más suave, bajando el tono.

Cuando las comillas " " denotan ironía, también se baja un poco el tono. Si destacan una frase célebre o una cita, se hace una pausa breve, se cambia el tono y se enfatiza la lectura.

Eso es todo. Siguiendo este sencillo “manual de conducción” tu lectura será más fluida. A partir de ahí, podrás modular mejor la voz.



PROHIBIDO LEER
En vez de hablar, nos ponemos a leer. Y aburrimos al públicoEduardo Galeano llegó a Managua con motivo de un encuentro de intelectuales latinoamericanos. Invitado a la televisión, el entrevistador, muy infatuado, le preguntó sobre el tema que venía a desarrollar:

—¿Y qué ponencia va a leer, señor Galeano?

—Disculpe —respondió, seco, el escritor uruguayo—. Yo no “cometo” ponencias.

Ponencias. Conferencias. Exposiciones. Discursos. Y quienes tienen que hablar, en vez de hablar, se ponen a leer. Y mientras más larga es la lectura, más profundo es el aburrimiento del público.

Leer una ponencia es un pecado y no hay que cometerlo. Tal vez si estuvieras en la Asamblea General de Naciones Unidas o ante la Corte Suprema de Justicia, donde te van a filtrar cada palabra, sería mejor que llevaras escrito lo que vas a decir.

Pero cuando te invitan a hablar... ¡habla! Si tienes un texto escrito, mándalo a fotocopiar y lo repartes después entre los asistentes.

¿Qué pensarías si llego de visita a tu casa, saludo, entro, me siento, saco un libro y me pongo a declamarlo delante de ti y de tu familia? Sospecharías que se escapó un loco del manicomio, ¿no es cierto? Pues de esos locos hay muchos y muchas en nuestras tribunas y salas de conferencias.

Cuando tengas delante a la gente, guarda libros y papeles y arriésgate a hablar. Mira a las personas de la primera fila y a las del fondo. Fíjate en sus caras esperando tus palabras. Llénate de entusiasmo y conversa, comunícate sin necesidad de leer.

Esta sagrada norma de la oratoria de todos los tiempos vale también para la radio.

La audiencia de una emisora no nos ve. Pero siente cuando estamos leyendo ante el micrófono en vez de hablar a través del micrófono.

Por radio tampoco se debe leer. En los informativos, si te descubren el tono de lectura no es grave, porque los oyentes saben que las noticias no son inventadas por los locutores. Pero en los programas de animación, en los deportivos, en los musicales, en las charlas, en las radiorevistas, hasta en los editoriales, está prohibido leer.

Por supuesto, hay que planificar el programa, hacer un guión, incluso llevar a cabina algunos apuntes para no olvidar datos, cifras o una anécdota. Porque no se trata de improvisar, sino de preparar bien lo que vas a decir. Y luego, decirlo con espontaneidad.

¿Quieres llegar a ser una gran comunicadora, un brillante comunicador, sea ante un auditorio presencial o por radio? Habla y no leas. Atrévete a correr la apasionante aventura de la palabra viva.

LA VOZ RADIOFONICA


LA VOZ RADIOFÓNICA (1)
En la radio, como en la vida, hay sitio para todos los registros y todas las formas de hablar

En los inicios de la radiodifusión, se cotizaban las voces elegantes, redondas, completas. Voces profundas para los hombres, cristalinas para las mujeres. El que no sacaba un trueno de la garganta, no servía para locutor. La que no tenía lengua de terciopelo, no servía para locutora. Y como la mayoría de los mortales tenemos una voz común, mediana, quedamos descalificados. Sólo unos pocos afortunados de las cuerdas vocales lograban hablar por el micrófono.

El problema es que cuando oímos por la radio esas voces tan divinas, las admiramos, hasta nos sentimos acomplejados ante ellas. Y esa fascinación no hace más que reforzar el viejo prejuicio de que la palabra pública es un privilegio de los grandes, de las bellas, de los personajes importantes.

Es hora de pinchar estas pompas de jabón. Recordemos a nuestros mejores amigos. ¿Son acaso los que disponen de un timbre de voz más brillante? Hagamos repaso de los líderes de opinión, los que arrastran gente. ¿Son tal vez los que muestran un mayor vozarrón? Cuando conversamos con alguien, no nos estamos fijando tanto en su voz, sino en lo que dice y en la gracia con que lo dice.

No existen “voces radiofónicas”. En la radio, como en la vida, hay sitio para todos los registros y todas las formas de hablar. En una radio democrática todas las voces son bienvenidas. El asunto es ver cuál se acomoda mejor a uno u otro programa. Una voz aniñada, que puede ser muy útil para actuar en una novela, no pega para leer el editorial. Una voz muy gruesa no sonará bien conduciendo el espacio juvenil. Y esta cuña sensual no la grabaremos con aquella voz destemplada. Cada pájaro en su rama y cada voz en su formato.

Entonces, ¿cualquiera puede ser locutor? Casi cualquiera. Lógicamente, las voces muy nasales, o muy guturales, o demasiado chillonas, o tartamudas, no nos servirán para animar un programa. Pero ésas son las menos.

Si atendemos al funcionamiento de las cuerdas vocales, nueve de cada diez personas sirven para locutores. Y ocho de cada nueve —los que tenemos una voz común— estamos en mejores condiciones que aquellos pocos superdotados para establecer una relación de igual a igual con la gran mayoría de la audiencia, que habla tan comúnmente como nosotros.


LA VOZ RADIOFÓNICA (2)
Quien tenga linda voz, que la aproveche. Pero no llegará a ser buen locutor por ella, sino por su personalidad, por su energía interior.

Cuando abrimos un libro de locución, pensamos habernos equivocado de materia. ¿No será de anatomía? Páginas y más páginas, capítulos enteros hablando del diafragma, de la laringe, de la glotis y la epiglotis, del aparato fonador… Y después, ¿qué? ¿Será eso lo fundamental de la locución?

Muchos aspirantes a este oficio de la palabra, sugestionados por alguna publicidad, se matriculan en cursos caros donde, a más de dinero, gastan tiempo y paciencia en un entrenamiento que, por decir lo menos, resulta incompleto. Emplean horas y horas ejercitando la voz, impostándola. Se ponen delante del espejo a imitar a Pavarotti, proyectan las vocales, encogen la tripa, sacan el pecho, hacen como bocina de barco, ensayan un agudo de soprano…

Piensan que en un par de meses, tras esa gimnasia de pulmones, podrán graduarse como locutoras y locutores. Como si un carpintero lo fuera por haber aceitado el serrucho. Como si el auto hiciera al chofer o el hilo a la costurera.

Ciertamente, la voz, como a un niño, hay que educarla. Todo el aprendizaje para saber colocarla, para subir y bajar tonos, para aprovechar la caja de resonancia de nuestras fosas nasales, para saber respirar y controlar el aire, es bueno. Es magnífico. Lo malo es creerse que, al cabo de estas prácticas, ya somos locutores y locutoras.

Mariano Cebrián Herreros nos da una excelente pista para descubrir lo esencial de la locución moderna. Lee con atención este párrafo:


La voz radiofónica tradicional es una voz impostada, es decir, ejercitada para una emisión con resonancia. Ella le da esa ‘pastosidad’ que caracteriza las voces llamadas microfónicas. En la actualidad se busca más la voz viva, intensa, comunicativa, que la voz grandilocuente perfectamente emitida, pero distanciadora.
La voz del locutor profesional ha estado excesivamente sometida a cánones perfeccionistas en busca de un estilo de dicción impoluta, pero ha provocado a la vez una frialdad comunicativa. Las nuevas maneras radiofónicas dan prioridad al estilo directo e informal, y a la vez cargado de fuerza expresiva por la vivencia que se pone en lo que se dice.


Información radiofónica, Madrid, 1995
Una emisora moderna —compañía antes que espectáculo— no necesita voces perfectas por la sencilla razón de que sus oyentes tampoco las tienen. En nuestros micrófonos, más que estrellas admirables, necesitamos amigos y amigas queribles.

Quien tenga linda voz, que la aproveche. Pero no llegará a ser buen locutor por ella, sino por su personalidad, por su energía interior.

Así pues, articula bien, pronuncia mejor, respira en su momento… pero recuerda que todo eso es el aperitivo de la locución. El plato fuerte es lo que vas a decir y las ganas de decirlo. La pasión que pones al hablar.

LA VOZ RADIOFÓNICA (3)
Solemnidad fatua, acartonamientos innecesarios que no hacen otra cosa que ridiculizar al locutor.

Comenzamos el taller. Locutores y locutoras, en círculo, se iban presentando y expresaban sus deseos de aprender. Cuando le llegó el turno a uno de los veteranos, un locutor de bigotitos recortados, frunció el ceño y ahuecó la voz:

—En mi caso, laboro en esta empresa radial desde hace 20 años…
Carraspeó un poco. Afectó aún más aquella voz de tenor frustrado y continuó:

— Mi experiencia durante estos 20 años ha sido amplia en todas las disciplinas del quehacer periodístico…

—¿20 años… —interrumpió el instructor— … o un año repetido por 20?

Algunos colegas, sea por complejo de superioridad o de inferioridad (que, en el fondo, es el mismo complejo), después de tantos años de práctica, no llegan a descubrir el más elemental e indispensable secreto radiofónico: la naturalidad.

Si buscamos una comunicación familiar, cotidiana, una relación entre emisor-receptor que sea democrática, todos esos fingimientos resultan ridículos. Nadie habla así en su casa ni en una rueda de amigos. Esos tonos engolados se usaron a inicios de la radiodifusión, pero hoy están mandados a guardar. Resultan obsoletos y antipáticos.

Y lo peor es que estas locutoras y locutores tan creídos de sus bellas voces, por andar ensimismados, como los adolescentes, preguntan poco, leen menos y, una vez frente al micrófono, no tienen nada original que decir. A falta de nueces, hacen ruido. Afectan la voz, imaginando que así despertarán la admiración de los oyentes.

Solemnidad fatua, acartonamientos innecesarios que no hacen otra cosa que ridiculizar al locutor. Cada quien tiene el timbre que tiene y todas las voces suenan bonitas si transmiten alegría, vibraciones positivas.

Tenlo por seguro: la primera profesionalidad de un locutor o una locutora consiste en la máxima naturalidad de su voz.

Se trata de alcanzar un tono coloquial, fresco. Poner la voz en mangas de camisa, como decía un amigo colombiano. Olvidar que tenemos un micrófono delante para que el oyente pueda olvidar que le están hablando a través de un micrófono. El mejor locutor es quien no lo parece.

LOCUTORES (AS)


LOS NARCISOS (1)

Comenzamos una serie sobre los distintos tipos de locutores y locutoras que se encuentran en las emisoras. ¿A cuál te pareces tú?

A éstos se les reconoce por la manito en la oreja. Con ella forman una especie de auricular natural y así pueden escucharse permanentemente. Ellos mismos se delatan: esta clase de locutores y locutoras no están hablándole a nadie, sino a ellos mismos. Se están recreando, como el Narciso de la leyenda, en el espejo de su voz.

Tan embelesados quedan con los hermosos sonidos de sus cuerdas vocales que, a veces, ni saben lo que están diciendo o leyendo. Su especialidad es engolar la voz, sacar una “voz de sótano” tan profunda como fingida.

ESCUCHA A UN LOCUTOR NARCISO

Estimados radioescuchas, están escuchando galaxia musical con su estrella de siempre, Miguel Capullo, mío y tuyo, Miguel Capullo, con mi voz te arrullo, Miguel Capullo, deléitate con mi murmullo… Miguel Capullo, el que te acompaña a lo largo del día. Y quiero comenzar hoy con un avance noticioso. Un bus se ha despeñado en la carretera norte y hay 40 muertos y no sé cuántos heridos… En fin, son cosas de la vida… En todo caso, con esta alegría que me caracteriza siempre, presento a la reina de la sala… ¡la inconfundible Celia Cruz! ¡Azúcar!


No satisfechos con las vibraciones de su voz, estos vanidosos se ponen un poco de rever, unos puntos de brillo, para que resuene aún más. Se les olvida que la NATURALIDAD es la regla de oro de toda buena locución.

Narcisos y Narcisas se identifican a toda hora. También graban spots con sus nombres. Se felicitan a sí mismos y a su espléndido programa, se piropean, se echan flores, leen al aire los elogios que les escriben sus admiradores… Se creen lo máximo, la última chupada del mango.

No tienes que estar repitiendo y repitiendo tu nombre. Suena a pedantería. Identifícate a la entrada y salida del turno. O en los cambios de programa dentro del mismo turno. Ya la gente sabe quién eres. Y te aprecia precisamente por tu sencillez.

Estos locutores están hablando ante el micrófono. Pero no le están hablando a nadie. No se están comunicando con nadie. Inclusive, olvidándose de los oyentes, comienzan a utilizar la “tercera persona” (él, ella, ellos):


ESCUCHA

… tal vez los amigos radioescuchas estén esperando esas bellísimas selecciones que yo siempre les entrego… pero que ellos no se desesperen, porque ya pronto ellos podrán extasiarse con los mejores hits…


¿Cómo que “ellos”? ¿A quién le está hablando este capullo? Un locutor se dirige siempre en “segunda persona” a los oyentes (tú, usted, ustedes) como si los tuviera delante de sus ojos. Está dialogando con su audiencia aunque no la vea.

Por supuesto, estos presumidos no aceptan críticas de nadie. Ahora mismo, cuando están leyendo este radioclip, se sonríen con un tonito burlón. El asunto no es con ellos. Ellos nunca son como los otros les dicen que son. Se sienten superiores al resto de sus compañeros de la radio. Y están convencidos que nada tienen que aprender de ellos.

Esta raza de locutores y locutoras debería recordar lo que le pasó a Narciso: de tanto mirarse, se enamoró de sí mismo y se ahogó intentando besar su propio rostro reflejado en el agua.


LOS ELECTRICOS Nº 2

Aquí están las locutoras y locutores nerviosos, ansiosas, alterados, que hablan atropelladamente, casi gritan, parece que están pregonando frutas en el mercado. Cuando leen no respetan puntos ni comas y no hacen pausas ni para tomar resuello. Sudan los papeles y acaban el turno agotados.

ESCUCHA A UNA ELÉCTRICA
Y bien, amigas y amigos, aquí andamos, es decir, aquí estamos para dar inicio, para iniciar este programa sabatino con música y vanidades, quiero decir, variedades… variedades musicales y también noticias… por ejemplo, el presidente erecto de Estados Unidos… perdón, ay Dios mío, el presidente electo… Es que en el departamento de prensa me estaban cacheteando, digo, chateando y me informaron la información, valga la redundancia, de que el nuevo presidente… uff….

La mayoría de estas eléctricas y eléctricos lo son por inseguridad, por baja autoestima. Tal vez, cuando entraron a trabajar, los locutores más veteranos se burlaron de ellos. En vez de animar a la principiante se rieron de su voz. Le dijeron que no era radiofónica. Y la principiante se acomplejó. Ahora trata de compensar sus nervios con un falso dinamismo, como si tuviera electricidad en el cuerpo. Cuando si hubiera fuego en la cabina.

Lo primero es perderle el miedo al micrófono. El remedio contra ese miedo es lanzarse a hablar. A nadar se aprende nadando y a locutar locutando. Olvídate de los nervios y acuérdate que nadie nace sabiendo. La segunda vez te saldrá mejor que la primera. Y la tercera mejor que la segunda. Todo es cuestión de práctica.

Si estás nervioso, si estás aterrada, respira hondo antes de entrar en cabina. Respira tres o cuatro veces profundamente. Siéntate cómodamente en la silla, ni muy doblado hacia delante (porque vas a respirar mal) ni muy echado hacia atrás (porque la voz te va a salir como cansada). Tampoco tengas prendas apretadas que dificulten la respiración: cinturones, corbatas, sostenes…

A muchas personas, cuando están nerviosas, les ayuda tener algo en la mano: un lápiz, una moneda, una piedrita… Por ahí se escapará la tensión y hablarás con más tranquilidad.

Esta clase de locutoras y locutores son los campeones de las muletillas. Repiten y repiten una palabra (¡o más de una!) por pura inseguridad.

DIÁLOGO DE MULETILLAS
-- Oye, loco, eh, te quería preguntar, eh, que me digas cuál es, eh, la muletilla mía
-- ¿Cómo, pues?
-- La muletilla, eh, la palabra, eh, que uno repite, eh…
-- Ya entiendo, pues… yo creo, pues, que repites mucho el eh
-- ¿El eh?
-- Sí, pues.
-- Gracias, pues.
-- De nada, eh.

Esta es una de las muletillas clásicas de los locutores: “Así es”.

¡Pero así no es! No hay que andar calificando lo que el otro dice o pregunta.

Casi todos tenemos nuestras muletillas. Y como no nos damos cuenta de ellas, lo mejor es pedirle a un compañero que nos las señale.

Si se te traba la lengua estando al aire, si te enredas o equivocas, no pierdas la calma. Pide excusas sin dar demasiada importancia al asunto. Si encuentras una salida humorística, mejor. La audiencia no se fija en esos errores. (¡Claro, si te ocurren a cada minuto, es la Dirección la que se va a fijar en ellos!)

En fin, recuerda siempre que los nervios se parecen a esos perritos que ladran pero no muerden. ¡Ríete de ellos y concéntrate en tu trabajo!




LAS COTORRAS nº 3


Hay una población en África donde los oradores están obligados a hablar sobre un solo pie. Cuando pierden el equilibrio tienen que sentarse. De esta manera, los vecinos aseguran que hablarán poco, lo necesario solamente. A unos cuantos locutores y locutoras, charlatanes empedernidos, habría que mandarlos una temporadita por allá.

ESCUCHA UNA COTORRA
Para continuar este programa, traemos a la simpática, a la excelente, la sensual, la triunfadora de todos los públicos latinoamericanos, la reina del pop, Shakira, con esta grabación que hoy por hoy constituye un éxito indiscutible en los hits parades de todo el continente, una selección que sin lugar a dudas es una de las más solicitadas en los programas de nuestra Radio Matraca, la del toma y daca, Radio Matraca presentando a Shakira… Cuando son las tres y media de la tarde, Las caderas no mienten de Shakira, adelante Shakira, adelante la reina del pop, con tu superéxito Las caderas…

VOZ ¡Cállate ya!

Estas cotorras hablan mucho pero no dicen nada. Cuando improvisan, se enredan en un palabrerío incoherente. Comienzan un párrafo y no saben cómo acabarlo.

Si presentan un disco, hablan sobre la música, machacan la letra, silban junto al intérprete y sólo consiguen molestar a los oyentes. Si entrevistan a alguien, hablan más que el entrevistado. Hacen preguntas confusas, enredadas, interminables. Más que facilidad de palabra tienen dificultad de callarse.

Pero no se callan. No tienen sentido del ridículo. Y siguen adelante con su jerigonza porque están convencidos que el éxito del programa depende de ellos.

Un buen disc jockey sabe que no es él, sino la música la protagonista del programa. Que el éxito depende de la variedad de los discos más que de sus breves intervenciones. Si se trata de una revista de contenidos, dependerá de la actualidad y el interés de los mismos más que del blablá de quien conduce el programa.

Estas cotorras son expertas en los rodeos para decir las cosas:

ESCUCHA LAS MALAS PRESENTACIONES
- Ahora queremos presentarles un tema musical que…

Oye… Si quieres presentarlo… ¡preséntalo!

- Me gustaría que escucharan este estreno que…

Si te gustaría, ponlo…. No digas lo que vas a hacer… hazlo!

- Quisiera hacerle una pregunta al cantante…

¿Quisieras?... ¡Pues si quisieras, haz la pregunta y no des tanta vuelta!

Mucho ruido y pocas nueces. Pregúntales a estos palabreros qué libros han leído en este mes, en este año, en esta década… y se quedarán mudos. Tal vez no han abierto ni el periódico. ¿Qué pueden comunicar si tienen la cabeza hueca?

Si algún vicio corresponde a locutores y locutoras éste no es otro que la lectura. Lee sobre la historia de tu país y de América Latina, lee sobre economía y política, lee novelas y cuentos, lee de ciencia y de técnica, lee poesía, lee todo lo que caiga en tus manos y todo lo que encuentres en Internet.

Por cierto, ¿qué libro estás leyendo en estos días?


LOS DON JUANES nº 4

Nos topamos ahora con una de las especies más abundantes en la fauna locutoril: los donjuanes, los irresistibles. Mejor dicho los que se creen irresistibles.


TELÉFONO (Escuchar)

Dime, amor, ¿desde donde me llamas?… Oye, ¿y qué cancioncita te gustaría, mami?... Ja, ja, ja… ¿La gasolina?... Ja, ja, ja… Te encanta la gasolina, ¿verdad?… ¿Quieres más gasolina?... Ja, ja,ja… ¿Y cuál es el número de tu teléfono, mami… porque, ya tú sabes, la radio es de doble vía, como dicen los Radialistas, así que tú me llamas ahora… y yo te llamo después, mami rica…

A estos nenes se les ve con un peine en una mano y el teléfono en la otra. Siempre están recibiendo llamadas de sus admiradoras. En realidad, es media docena de quinceañeras que no tienen oficio y quedan fascinadas por la voz melosa de estos zánganos.

Para hacerse los simpáticos, necesitan echar mano a dobles sentidos, insinuaciones de mal gusto y risas que suenan falsas. Para dárselas de poetas, usan palabras cursis. Para parecer seductores, se acercan al micro y hablan a media voz, como si estuvieran en la cama con sus oyentes.

No seas come-micro. Una cuarta es buena distancia. Y habla con tu voz normal, que no hay ningún enfermo en cabina para andar susurrando.

La locución donjuanesca también se da entre las mujeres. Son las voces sensuales, castigadoras, las que confunden la radio con un teléfono al aire libre. Por eso, siempre usan el singular, el tú a tú, el tono confidencial.


TELÉFONO (Escuchar)
Hola… ¿Sí, quién me llama?... Roberto… Mira qué lindo tu nombre, Roberto… Ay, Roberto, entra en mi huerto… ¿Y desde dónde llamas, Robertito?... ¿Desde el barrio El Chocolate?... Bueno, habrá muchos bomboncitos en ese barrio… ¿Y con qué canción te complazo, Robertito?... “El amor de mi vida”… SUSPIRA… Bueno, Roberto, un besito para ti… BESO… Hasta la próxima, Tito…


Esta es una de las grandes mentiras de la radio tradicional. Dicen que en radio siempre hay que hablar en singular (de tú a tú). Pero como dijo Benedetti, “somos mucho más que dos”. Somos individuos, desde luego, pero también somos una colectividad. Un pueblo.

¿Singular o plural? Cuando estamos en un grupo, unas veces nos dirigimos a todos, otras veces a una sola persona. El arte de la buena radio consiste en pasar del singular al plural y del plural al singular con la misma naturalidad con que lo hacemos en la vida cotidiana.

Es cierto que no nos está escuchando una masa, sino Juan y Juana. Y hay que hablarles en singular. Pero también es cierto que Juan y Juana tienen una identidad social (son hombres o mujeres, son indios o negras o blancos, son adultos o jóvenes, son fanáticos de este equipo de fútbol o creyentes en esta religión.) Y hay que hablarles en plural porque tienen gustos y necesidades colectivas.

¿Qué hacer con los donjuanes y con las vampiresas? ¿Mandarlos a un taller de género? ¿Servirá para algo? ¿Qué piensas de estos personajes? ¿Tendrán arreglo?




LOS SIEMPRE LO MISMO Nª 5

La rutina mata el gusto en la comida y mata el amor en el matrimonio. La rutina liquida también la audiencia de un programa. Nada peor que una locutora o un locutor aburrido que pone siempre los mismos discos y los presenta siempre de la misma manera.

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A esta hora llega Vico C con su éxito La Vecinita

A esta hora llega Christina Aguilera con su éxito Pero me acuerdo de tí…

A esta hora llega Juan Luis Guerra con su éxito Las Avispas.

HOMBRE A esta hora llega el director con su cancelación.


Prepara tus presentaciones. Hazte una plantilla con modelos diferentes para presentar una canción. Así te irás acostumbrando a variar las palabras. Después irás ganando práctica y te será más fácil improvisar.

Estos siempre-lo-mismo suelen confundir su vida personal y sus dramas sentimentales con la profesión. Si el novio las dejó, si no han pagado la luz y el agua, si anoche no durmieron bien… se deprimen y transmiten esa depresión por la radio.

Desánimos pá fuera. Entra a cabina con entusiasmo, con ganas de trabajar, como si fuera el primer día de la creación. Tus asuntos personales no le interesan a la audiencia. Ya la gente tiene demasiados problemas encima para que, además, le caiga un desabrido a través de la radio.

Esta rutina de la voz se corrige, en buena medida, con la gesticulación. Uno se expresa no sólo con la boca, sino con todo el cuerpo. Aunque los gestos, las manos, el puño cerrado, los ojos abiertos, la tensión de todo el cuerpo no salen por el micrófono, mejoran muchísimo la entonación de la voz. Las palabras saldrán con energía, con buena vibra.

Nunca hables con los brazos cruzados ni con las manos bajo la mesa ni en los bolsillos. Mueve las manos, mueve los ojos, pon todo tu cuerpo en actitud dinámica, expresiva, como un deportista que toma impulso antes de un gran salto.

La gesticulación ayuda a la modulación de la voz. Modular es variar el tono, subir, bajar, cambiar el ritmo de las frases, subrayar una palabra importante, enfatizar lo que estás diciendo. Nota la diferencia:


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(no modulado) Nuestra radioteca cuenta ya con dos mil de discos…

(otro modulando) ¡Doscientos discos, señores, ya tenemos 200 discos!!!!


¿Te das cuenta? Con menos discos, la segunda animadora comunica más. En la vida real, todos modulamos mucho porque vemos la reacción de quienes nos escuchan. En radio, como sólo tenemos un cristal delante, adoptamos fácilmente un tono monótono, que hace dormir como el chaca chaca del tren.

No hay peor enfermedad para un locutor que la rutina. Porque la radio es sorpresa, variedad. Porque cada programa debe ser y sentirse como una aventura. A un locutor se le perdona todo menos el aburrimiento. A una locutora se le consiente todo menos la falta de creatividad.

Mata la rutina antes que ella te mate a ti. Y a tu audiencia.


LOS AGRINGADOS Nº 6

A estos broders les gusta todo lo que viene de afuera, especialmente de United States.

Para ellos, ser joven es parecerse al último rockero del norte. Se aprendieron unas palabritas en inglés y ya se sienten cool, ya hablan de fade in y feed back, ya sólo quieren comer hamburguesas con mucha mayonesa.

Alienados y alienadas que se pasan el día chequeando emisoras gringas para copiar el estilo de aquellos DJ. Imitándolos, aprendieron a ser sensacionalistas para leer las noticias, gritones para presentar un disco, frívolas para un comentario político.

No invites a los agringados a un festival de música campesina. Eso no tiene feeling. Ni a una peña latinoamericana. Está out. Quieren algo más heavy. Quieren música en inglés. Música en inglés en la discoteca, en la casa y cuando van con su mp3 por la calle. Y en la emisora, of course, si les dejaran las manos libres, sólo lanzarían música en inglés.


DIÁLOGO ENTRE UN AGRINGADO Y UNA LATINA

- ¿Y cuál es el problema, baby? Esa es la music que le gusta a la juventud, al público, la que te pone a volar.

- ¿La que le gusta al público… o la que te gusta a ti?

- No, my love, ésa es la que pide la gente, el people.

- ¿La gente o las cuatro amiguitas tuyas que siempre te llaman a la misma hora para pedirte las mismas canciones?

- No, no, I promise que la gente la pide…

- Claro, la gente pide hoy lo que le han dado ayer. Si en tu programa sólo pasas música gringa, la gente te pedirá música gringa.

- ¿Y qué propones tú, darling? ¿Una flautita del altiplano para el happy program juvenil, please? (TARAREA).

- Ponles salsa y merengue y cumbia y vallenatos y samba y rock latino… ¡haz la prueba y verás la diferencia. En la variedad está el gusto.

Los gustos musicales, como las modas, son fabricados por las empresas discográficas. Ellas imponen lo que es “moderno”, lo que le tiene que gustar a la juventud. Ellas inventan los hit parades en sus agencias de publicidad. Ellas hunden o promocionan a un artista según las leyes del mercado. Ellas llaman “música internacional” a los discos que ellas venden.

Y con la música viene la lengua y las costumbres y la forma de ver el mundo y el “pensamiento único”. Es decir, el pensamiento del imperio norteamericano.

Es, pues, un problema de soberanía musical. No se trata de eliminar la música en inglés de nuestra programación, sino de balancearla con otros ritmos. Que en nuestras radios se escuchen canciones en todos los idiomas, incluyendo las lenguas indígenas. Música de todos los continentes, incluyendo África. Discos prioritariamente nacionales y latinoamericanos, porque el desafío es afirmar nuestra identidad cultural.

¿Y qué hacemos con los locutores y locutoras agringados? Darles este sabio consejo: Los monos son los que imitan. Busca tu propio estilo, tu camino profesional. La mejor locutora, el mejor locutor, es quien se parece a sí mismo.


LAS CONSEJERAS Nº 7

Algunas locutoras y locutores confunden cabina con aula. O con púlpito de parroquia. Quieren educar a tiempo y destiempo, dan lecciones, sermones, amonestaciones, y hasta regañan a la audiencia.

Estos consejeros tienen buenas intenciones, nadie lo niega. Y hasta buenas ideas. Pero se sienten superiores a sus oyentes. Sienten una responsabilidad (que nadie les ha dado) de educarlos, de orientarlos. Es que la gente (piensan ellos) es inculta, atrasada, inmoral. Por supuesto, sus temas favoritos son los vicios que pervierten a nuestros jóvenes, la droga, la prostitución, el alcoholismo, el exhibicionismo...

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--Es que la juventud de hoy no respeta nada, ni siquiera los símbolos patrios. Imagínense ustedes, el otro día vi en la playa a una chica en bikini… En la parte de arriba llevaba los colores de nuestra bandera… y en la de abajo… me disculpan… el escudo nacional… ¿No le dará vergüenza? Ojalá que los padres de esta joven la sepan enmendar que estos malos ejemplos no se repitan… Ojalá…

Estos sujetos suelen llegar a las emisoras por dos caminos: las iglesias y el magisterio. Algunos parecen predicadores, monjitas dando catecismo. Otros, profesores de escuela corrigiendo a sus alumnos. Ambos resultan insoportablemente moralistas.

A estos consejeros, generalmente, sólo les gusta poner canciones con mensaje, discos que no contengan antivalores. El reguetón es una vulgaridad. Los vallenatos estimulan a la bebida. Los merengues tienen doble sentido. El hip hop nadie lo entiende…

Algunas canciones, desde luego, son de pésimo gusto, ofenden a la mujer, son homofóbicas, racistas. Son insultos cantados. No hay que censurarlas porque ellas mismas se excluyen. En una radio ciudadana no tienen cabida ests groserías.

Pero esas canciones son las menos. Tampoco hay que ponerse demasiado puritanos en asuntos musicales porque acabaremos prohibiendo hasta los himnos religiosos que suelen ser bastante machistas.

En cuanto a las canciones de mensaje y protesta, hay que aprovecharlas en la programación. Pero sin olvidar que, cuando pasamos música romántica o bullanguera, estamos cumpliendo una misión igualmente importante: entretener, alegrarle la vida a la gente, darle un respiro en medio de tantas dificultades.

Volvamos a los consejeros. Estos locutores adoptan un tono paternalista o maternalista, sobreprotegiendo a sus oyentes. Explican diez veces las cosas evidentes porque sospechan que la gente no las entiende. Aprovechan cualquier pretexto para una nueva amonestación…

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Amiga mía, son las ocho en punto de la noche. Y a esta hora, se me ocurre preguntarte: ¿dónde estarán tus hijos, eh? ¿Regresaron ya a casa? ¿Todavía no?... ¿Qué estarán haciendo, entonces?... Ellos te dijeron que iban a la iglesia… pero, ¿estás segura?... Además, recuerda que Al Capone rezaba antes de ir a cometer sus crímenes…

Por sus mismos prejuicios y temores, por su afán “educativo”, estos locutores se vuelven sosos, apagados, sin humor. No se ríen de nada y menos de ellos mismos. Se toman demasiado en serio y quizás sea ése su mayor defecto.

Nadie aguanta a una persona que esté dando consejos como abuelito cascarrabias. Por eso, cuando hables por radio, no te creas superior a la audiencia. Ubícate como un amigo, como una compañera, de igual a igual. Así lograrás una comunicación democrática.



LOS DESPELOTADOS (8)
Aquí aparecen los reyes y las reinas de la improvisación y el caos.S

También conocido como el terror de la cabina, la destripadora de equipos, el asesino de CDs, la patas arriba, el anárquico, los tormentos de la administración.

La especialidad de estos locos y locas es abandonar la cabina. Siempre tienen necesidad de salir a atender una visita, de fumarse un cigarrillo, de ir al baño, de volver al baño… y mientras tanto, el programa queda abandonado. Y ya no dejan baches, sino cráteres.

Cuando están en cabina, no se concentran. Están hablando por el celular y mandando un mensajito a la novia. Están hojeando una revista o pensando en la inmortalidad del cangrejo. Si tienen una computadora, no buscan noticias, juegan al solitario.

Obviamente, cuando abren el micrófono no tienen nada que decir…

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Bueno, mis amigos, aquí vamos, como siempre, pura vida, ya saben, este es su programa favorito y a mí me importa un pito, quiero decir, para mí ustedes son lo más importante, gente buena, gente feliz, yo también soy feliz, feliz como una lombriz, ja, ja… ¿se rieron, no? Así es la vida y la movida… ponme un disco, Manolao, un disco bien chévere, pura vida, cualquier disco, Manolao, que me voy pál otro lao… ja, je… qué gracia… pura vida… pura…


El escritorio de los despelotados es un caos. Abres una gaveta y encuentras los periódicos del mes pasado, nunca leídos. Abres otra, y encuentras recibos sin pagar, galletas a medio comer, el último memo del director, un cepillo de dientes, tal vez hasta un calzoncillo o un sostén.

Los despelotados son los reyes y reinas de la improvisación. Entran a cabina con las manos vacías, sin ningún libreto, sin nada preparado. Ellos confían en su gran locuacidad. Ellas confían en que son muy graciosas y simpáticas.

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Pues sí, amigas, amiguitas, ya saben, este es su programa. ¿Por qué les digo que es su programa? Porque lo es. Porque ustedes pueden llamarme y pedir su disco... Con confianza, no sean tímidas… Ahora me acuerdo de ese chiste tan gracioso… ¿Saben en qué se parece un argentino a una vaca?... ¿No saben?... ¿Cómo no van a saber?... En que la vaca da leche… y el argentino “dale che”… Ay, qué gracia… ¿verdad que es gracioso?... Ay, yo me río tanto…


A estos sujetos no les importa llevar su hamburguesa a cabina y ahí la andan mascando. Si el jefe se descuida, meten también trago y esconden la botella bajo la mesa. Algunos invitan a sus amiguitas y amiguitos, pero no para entrevistarlos, sino para conversar, perder tiempo y mostrarles lo chéveres que son.

Cuando acaban su turno, todo es un desorden. Los discos fuera de lugar, los cables sueltos, la compu bloqueada, los periódicos en el piso y un cierto olor a zorrillo.

Necesitamos cabinas ecológicas, limpias, ordenadas y adornadas, donde nadie coma ni beba (salvo agua). Donde todo esté en su sitio y todo funcione. Cuando venga un entrevistado se sentirá bienvenido y a gusto. Y cuando llegue el siguiente colega a trabajar, sonreirá satisfecho y te dará las gracias. No olvides la consigna de la buena amistad locutoril: deja la cabina al salir como quisieras encontrarla al entrar.


LAS CULTAS (9)
¿Qué hay detrás de ese palabrerío con que pretendemos adornar nuestra locución?

Nos dijeron que mientras más raro hablamos, más cultos parecemos. Nos enseñaron palabras difíciles en la escuela y más difícil en la universidad. Y nos convencieron de que quien dice “nalga” es un vulgar. Pero si decimos “glúteo” ya resulta más educado. Y si nos referimos al “derriere”, indudablemente ya saboreamos las mieles de la cultura.

Imitando a locutores comerciales o extranjeros aprendimos a presentar los discos con palabras rebuscadas, hasta extravagantes. Y a dar la hora diciendo “diez minutos completarán las 16 horas”. Y a complacer a las “distinguidas damiselitas” y a entrevistar al “burgomaestre”. Lo importante era separarnos del vocabulario de la gente de la calle. Es decir, de nuestro vocabulario, porque la mayoría de las locutoras y locutores vienen de sectores medios y populares. Pero algunos ya se avergüenzan de hablar como habla su mamá. Y cuando se ponen detrás del micrófono lo que más hacen es el ridículo.

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Del imperecedero cofre de las ensoñaciones, extraemos una selección musical para el deleite timpánico de nuestra prestigiosa audiencia.

Con ese lenguaje “dominguero”, con ese enredijo de expresiones, abusando de las jergas periodísticas, no se intenta otra cosa que deslumbrar a los ingenuos. Pero la gente es pícara y descubre al baboso aunque parezca muy juicioso.

¿Quieres desnudar a estos pedantes? La mejor forma es aumentarles la dosis de su misma droga. Acércate a uno de ellos que ande preocupado y dile: Tranquilo, hermano. Recuerda que a perturbación climática, rostro jocundo.

Como quedará desconcertado, le das una palmadita en el hombro y le dices: Ya sabes, vital líquido que no has de ingurgitar, permítele que discurra por su cauce.

Y cuando pase una presumida con la nariz alzada le comentas: Por lo visto, cavidad gástrica satisfecha, víscera cardiaca eufórica.

¿Qué hay detrás de ese palabrerío con que pretendemos adornar nuestra locución? La inflación de palabras suele estar en relación directa al vacío de las ideas. Como dicen que dijo el ilustre Sigmund Freud, algunos oradores cumplen esta consigna: Ya que no somos profundos… ¡al menos seamos oscuros!

Relátame con quien deambulas y manifestaré tu idiosincrasia.
Dime con quien andas y te diré quién eres.

Tenemos que cambiar de mentalidad y redescubrir la verdadera fuerza de la cultura popular. Para el locutor profesional, para la inteligente locutora, lo más elegante no será lo más raro, sino lo más sencillo. Y la palabra más culta será aquella que más gente entienda. Y el piropo mejor que escuchemos será cuando digan de nosotros: Habla como su pueblo.


LOS MERCENARIOS Nº 10
Hay quien hace la guerra o el amor por dinero. Y hay también quien locuta por dinero. Acerquémonos ahora a esta clase de colegas.

Ya sabemos que nadie trabaja por amor al arte y que con la mística no se hace sopa. Locutores y locutoras, como cualquier obrero, viven de su trabajo. Y deben ser justamente remunerados por ello.

Repetimos: justamente. Porque en algunas emisoras, con el cuento de que están aprendiendo o de que son militantes voluntarios, no les dan ni para cubrir el pasaje. Eso tiene otro nombre: explotación.

De acuerdo, vivimos de nuestro trabajo y necesitamos tener un buen ingreso para alcanzar una buena calidad de vida. Eso está estupendo. Pero otra cosa es trabajar sin amor al trabajo.

Curiosamente, los mercenarios no suelen ser los peor pagados en la emisora, sino los que reciben los mejores salarios. Los que no tendrían de qué quejarse son los que se quejan más.

Y con mucha frecuencia, quienes ganan menos son los que cumplen con mayor responsabilidad y aguantan horas extras.

A los mercenarios se les conoce por la hora. Siempre llegan tarde a su trabajo. No les falta una excusa para la demora. El transporte estaba difícil, tuve una reunión de urgencia, se me murió el abuelito. ¿Cuántos abuelos tendrán, porque cada mes se les muere uno?

Los últimos en llegar pero los primeros en salir. Terminado el turno, no pueden quedarse un minuto más porque tienen otra reunión de urgencia… o van al velorio del abuelito.

Los mercenarios y mercenarias nunca tienen tiempo para colaborar en nada de la emisora…

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--Oye, hermano, ¿puedes grabarme una cuñita?
--¿Ahora? Imposible, loco. Estoy saliendo a un compromiso muy importante.
--Pero si es sólo un minuto. Ven, vamos a cabina…
--Lo siento, loco, es que tengo una emergencia…
--Está bien, a lo mejor te puedo conseguir algo…
--Ahora estamos hablando. A ver, dime… ¿cuánto hay?

Esa es la única pregunta que les interesa: ¿cuánto hay? Están metalizados. Tienen dólares en los ojos. Si una emisora farandulera les ofrece un poco más, allá van. Si un político corrupto les paga por grabar mentiras, allá van. Para estos mercenarios del micrófono, lo único que cuenta en la vida es el dinero.

En una emisora ciudadana no podemos trabajar con mercenarios ni mercenarias. Necesitamos militantes del micrófono. Necesitamos compañeros y compañeras con ilusión, con ganas de colaborar, de formar equipo, que no miren tanto el reloj. Colegas que no vengan a cumplir con un horario, sino a empeñarse en un servicio en favor de la comunidad.



LOCUTORES DE CINCO ESTRELLAS Nº 11
¿Quieres ser el locutor más exitoso? ¿Quieres ser la locutora más popular? Conoce a tu público. Entrégate a tu público

Competir, triunfar profesionalmente, estar en los primeros lugares del rating… ¿quién no ambiciona esto? Un locutor o una locutora no se resignan con ser escuchados por un grupito ni una élite. Su meta es la gran audiencia. El problema es que la popularidad no se decreta: ¡se conquista!

¿Cómo conquistarla? Lo primero, no imitando a nadie. Hay quienes malgastan su vida locutoril remedando ídolos, deslumbrados por los que ellos consideran estrellas del micrófono. ¿Lo serán tanto? En todo caso, deja a los monitos en la selva y busca tu estilo propio. No te sientas superior a ningún colega, pero tampoco inferior. Desarrolla tu personalidad. Apóyate en ti. Atrévete a ser diferente.

El estilo propio es una combinación armoniosa de las cualidades que cada uno y cada una tiene. Se consigue aprovechando al máximo sus aptitudes: voz, talento, temperamento, formación… Lo decisivo, sin embargo, es la actitud con que el locutor o la locutora se relacionan con su audiencia: ¿calidez?, ¿pedantería?, ¿desgano?, ¿entusiasmo?

La base para establecer una buena comunicación son las ganas de comunicarse. Porque ser locutor no es tener linda voz, ni siquiera tenerla educada. Ser locutor es sentir una pasión por dirigirse a los oyentes, por dialogar con ellos y ellas. Una pasión de hablar. Y una pasión aún mayor de escuchar. Antes que emisores, somos receptores. Y nuestro primer deber (es decir, primer placer) será siempre atender a los demás y aprender de ellos. Locutor y locutora se escribe con prefijo: interlocutor, interlocutora.

Alguien pensaría que la popularidad de un locutor se consigue, como el título de su oficio indica, hablando. Aquí ocurre, sin embargo, lo que en las relaciones interpersonales. ¿Qué amigo nos cae mejor? ¿Quien habla más? ¿O quien nos escucha más? Todo buen conversador sabe que lo más interesante para la gente es la gente misma. Por eso, si quieres ganar muchos amigos y amigas (en la vida, en la radio o en el ciberespacio) comienza interesándote por el otro, escuchando más que hablando.

¿Quieres ser el locutor más exitoso? Conoce a su público. ¿A qué hora se levantan las amas de casa, con qué música de fondo estudian los chicos, con qué velocidad de locución prefieren oír las noticias los vecinos? Aprende sus rutinas, sus horarios, el trasiego de su jornada. Y acompaña esa jornada desde la cabina de locución. No es lo mismo abrir un micrófono de mañana que a medianoche. Un joven tiene una actitud de escucha muy diferente si es lunes o si es sábado. El reloj y el almanaque marcan el paso. Se trata de hacer bailar la programación al ritmo de la vida cotidiana.

¿Quieres ser la locutora más popular, el locutor más exitoso? Entrégate a tu público, siéntelo como amigos y amigas, presiéntelo como familia, haz tuyos los gustos y los intereses de las mayorías. Cuando un locutor se identifica con los oyentes, los oyentes se identifican con él. Cuando una locutora va al encuentro de la gente, su palabra se multiplica, germina.

Así son los locutores y locutoras de cinco estrellas. Así eres tú.


NOTA : textos tomados de www.radialistas.net